Algunas citas y comentarios
En el prólogo del citado libro "Flor de leyendas", su autor, Alejandro Casona, decía sobre el género de lecturas infantiles lo siguiente:
«Dentro de la denominación genérica de "libro de lectura para niños", a la que tantos y tan sostenibles criterios pueden responder, intentamos realizar aquí aquella de sus interpretaciones que la realidad escolar española nos presenta como más inmediatamente necesaria. Esto es: un libro de lecturas literarias, atento a la escala de intereses del niño, y guión de su educación y cultura estética.
Voces de máxima autoridad pedagógica han afirmado que el alma (la mente) del niño es accesible a los grandes temas de la literatura universal. Pero cuando el acercamiento ha querido intentarse en los límites de un libro, el propósito ha ido a estrellarse contra cualquiera de los dos más visibles peligros que lo bordean: unas veces se ha intentado darle la alta literatura con absoluto respeto de la forma original, obligándose así, por razón de dimensiones, a una fragmentación esporádica que, sin desarrollar en plenitud ningún asunto, anula el interés del contenido. Y otras veces, contrariamente, el intento se ha limitado a contar para los niños las grandes fabulaciones literarias, desnudándolas de todas sus galas formales y reduciéndolas al frío relato de argumentos, sin vida ni paisaje, sin desarrollo literario adecuado y sin estilo.
Cabe, pues, un nuevo intento: el de síntesis literarias que conserven, con la trama de la fabulación, su sentido y su esencia, el ritmo y tono del lenguaje, equilibrando de la acción y el ambiente.»
Por la misma época (1933), Adolfo Maíllo, otro inspector especialmente preocupado por la enseñanza de la lengua y las lecturas escolares había publicado en 1933, Aguilar Dan-Auta (cuentos, leyendas, mitos), un libro que, según él mismo confesaba, trataba de seguir los pasos de la desiderata orteguiana en el ensayo “Biología y pedagogía”, cuando el maestro advertía que a los niños había que ofrecerles “mitos, sobre todo mitos”. Ambos inspectores (A. Casona y A. Ma´illo) compartían una misma opinión pedagógica aunque, seguramente por motivos ideológicos, expresaban una diferencia. Mientras el primero ponía el acento en la universalidad, Maíllo veía la lengua y literatura en su vertiente más folclórica-patria (cultura popular nacional). Biología y pedagogía, el citado ensayo de Ortega y Gasset, conocido por la crítica que contiene a determinado uso de El Quijote en la escuela, a raiz de que se declarase obligatoria, es una obra interesante, polémica y muy comentada. Todo un "tratado" de pedagogía y filosofía. Pero en lo que aquí ahora importe, recojo de él las siguientes palabras:
«EL MITO. El niño debe ser envuelto en una atmósfera de sentimientos audaces y magnánimos, ambiciosos y entusiastas. Un poco de violencia y un poco de dureza convendría también fomentar en él. Por el contrario, deberá apartarse de su derredor cuanto pueda deprimir su confianza en sí mismo y en la vida cósmica, cuanto siembre en su interior suspicacia y le haga presentir lo equívoco de la existencia. Por esto yo creo que imágenes como las de Hércules y Ulises serán eternamente escolares. Gozan de una irradiación imperecedera, generatriz de inagotables entusiasmos.»
Se podría seguir extrayendo citas notables de notables autores que ya en el primer tercio del siglo XX se pronunciaron respecto a laliteratura infantil / escolar, coincidiendo con la consolidación de este género (Unamuno, Gabriela Mistral, ...). En realidad, por entonces ya se dijo casi todo lo que de interés puede decirse y no viene al caso insistir en estos apuntes muy improvisados. Toca cerrarlos con unos comentarios míos que nos sitúan en el presente.
La literatura infantil tiene hoy un desarrollo industrial e hipertrófico que, a mi entender, es afectado por una obsesión de originalidad adaptativa a la idea de que ha de darse al niño un producto acorde con sus supuestos "intereses actuales", con sus gustos adquiridos en la cultura de las nuevas tecnologías, del zaping y del dedo en el móvil o la consola, del espectáculo visual prefabricado, de las cosas cotidianas de su ambiente y su mundo. Una deriva, en fin, que tiende a alejarse del lenguaje y de estructuras narrativas tradicionales. Esta visión tiene una primera y general contestación crítica. Los intereses del niño no existen como moldes rígidos a cortas edades, sino que se pueden inculcar, se pueden construir. Y, por ende, existen las posibilidades de construir en proyecciones estéticas, éticas y mecanismos cognitivos no a favor de lo que existe sino también a la contra, no manoseando lo dado por la industria cultural del momento sino abriendo la sensibilidad a otros mundos extraños. Mantengo una plena coincidencia con Ortega cuando dice: «Lejos de abandonar la naturaleza del niño a su libérrimo desarrollo, yo pediría, por lo menos, que se propicie esa naturaleza, que se la intensifique por medio de artificios. Estos artificios son precisamente la educación. La educación negativa es el artificio que se ignora a si mismo, es una hipocresía y una ingenuidad».
Por otra parte estimo que es posible una actividad de enseñanza en la se entrelazan el cultivo estético y ético en el lenguaje, en la expresión plástica e incluso musical. Un ejemplo sencillísimo de experiencia profesional. Leo o declamo (muchas veces he dicho que un maestro ha de ser un actor) a los niños 10 años un cuento. Por ejemplo el de Lohengrin, del libro de Casona; al tiempo ellos pintan o dibujan sobre escenas ad hoc previamente sugeridas y simultáneamente manejo subiendo y bajando una wagneriana música de fondo o la de la película de "El Señor de los anillos" (que la conocen muy bien). Punto. No hay que perderse en detalles. Es así de sencillo. Los efectos, si se es capaz de manejar bien la situación, son muy notables.